Cuando se preparan los presupuestos del año que viene (o los de los próximos años, o del próximo semestre, etc. dependiendo del intervalo temporal que queramos presupuestar) muchos comenten el error de hacer un solo presupuesto. Es decir, hacemos los presupuestos con las ventas esperadas, los gastos esperados, etc.
Yo lo veo eso como un error, un error que nos puede salir bastante caro, ya que no siempre se cumplen las “previsiones previstas”. Cuando preparemos unos presupuestos lo ideal es hacer al menos tres previsiones presupuestarias atendiendo a tres criterios:
- El escenario más favorable: Es decir, realizamos un presupuesto en el que como previsiones tomamos aquellas que son las más favorables posibles: Vendemos todo el stock, la ratio de morosidad es baja, aumentamos nuestras ventas más de lo esperado, etc.
- Escenario más probable: Realizamos los presupuestos con las previsiones que creemos que son las que mejor se ajustan a la realidad, es decir, lo que pensamos que va a pasar.
- El escenario menos favorable: En este caso, nos ponemos en el peor de los casos y hacemos previsiones “en caso de algo salga mal”, es decir, si esperamos vender 1 millón de euros, ¿qué pasaría si se nos da fatal este año (o trimestre o semestre…) y sólo vendemos 750.000 euros? ¿Y si el precio de la materia prima sube más de lo previsto? Etc.
De esta forma, nos preparamos ante cualquier situación posible y buscamos (a priori) posibles soluciones si “algo falla”. O por el lado contrario, podemos establecer formas de actuar en caso de tener unas ventas mayores: ¿qué hacer con el dinero extra? ¿cómo poder atender a la mayor demanda? Etc.
Y por último, cuando hagamos previsiones, hay que ser realista. Unos presupuestos “excesivamente optimistas” no sirven para nada. Es casi mejor pecar por defecto que por exceso.