La versión oficial sobre la situación de bancos y cajas españoles transmite la idea de un sistema financiero fuerte, un regulador riguroso y unas tasas de morosidad relativamente bajas si se comparan con las alcanzadas a principios de los años 90. Tras ese telón oficial existe cierta opacidad que no permite saber con claridad cual es la verdadera situación del sistema financiero español.
Con los estados financieros publicados por los bancos, ocurre igual que con los estudios sobre las reservas mundiales de petróleo: Lo único cierto es que sus datos son falsos. Tras meses de convulsión, el mercado ha asumido como un secreto a voces que los balances de las entidades españolas están maquillados.
La clave que les permite a las entidades presentar información manipulada y activos sobrevalorados es la no aplicación en España del “mark to market” o “valor razonable de las cosas” . Esto significa que, para los activos, debe registrarse su valor de acuerdo a los últimos precios negociados de mercado y si no ha habido negociaciones deben utilizarse valores obtenidos de modelos teóricos aceptados y auditados. El Mark-to-Market no es perfecto, pero la clave es que los métodos de valoración de los activos sean conocidos por todos, sean aplicados en forma continua y no se cambien.
En España y en español, el “mark to market value” se denomina valor razonable de las cosas, explicado en este blog el pasado mes de enero: “el valor razonable implica la contabilización según el valor teórico que debería tener un activo o pasivo, lo que implica reconocer las posibles plusvalías o minusvalías existentes (realizadas o no realizadas) a finales del ejercicio económico. Y las diferencias entre el valor contable y el valor razonable se imputarán o directamente al patrimonio neto o en otros casos a la cuenta de resultados.”
El valor razonable es un criterio de valoración más y puede que no sea el mejor en la situación actual. Pero es el que rige nuestro Plan Contable que lo define “como el importe por el que puede ser intercambiado un activo o liquidado un pasivo, entre partes interesadas y debidamente informadas, que realicen una transacción en condiciones de independencia mutua”
Si el legislador considera que se han de relajar las normas contables debería legislar para ello, en lugar de permitir la no aplicación de la ley, que conduce a una mayor desconfianza en las entidades y en el Regulador.
La práctica habitual en la banca los últimos meses lo podéis leer aquí y es como sigue:
En Banco “X” tiene un préstamo con la inmobiliaria “MM” de 100 millones. La inmobiliara no puede hacer frente a los pagos y el Banco “X” amortiza el préstamo a cambio de quedarse edificios por valor de los 100 Millones. Todo normal hasta que vemos que dichos edificios están valorados a precios del año 2006 (100 Millones) y no del 2009 (65 Millones, digamos): El banco ha ocultado una pérdida del 35% y se queda tan ancho.
Más tarde presenta los balances trimestrales y saca pecho habiendo ganado dinero en estas circustancias tan difíciles; para acto seguido ofrecer a la clientela participaciones preferentes o acudir a una ampliación de capital de tan sólida entidad. Al menos las Cajas tienen la decencia (o la caradura, según se vea) de dejar de hacer públicos sus estados financieros: un trabajo menos.
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