Como comentaba en un anterior artículo, Basilea II ha supuesto unos nuevos estándares para la medición del riesgo de las entidades financieras y la provisión de coberturas, con el propósito de cimentar la solidez del sistema financiero mundial.
Pero Basilea II no sólo afecta a bancos y empresas de inversión, si no que también afecta a los prestatarios de éstas, tanto a las empresas como a los particulares. Basilea II establece unos procedimientos (estándares o internos) para calcular el riesgo de crédito, de mercado y operativo, y esto se traduce en procedimientos o sistemas más objetivos y precisos para calificar a los prestarios según sus niveles de riesgo, es decir, que las propias entidades serán una “pseudo agencia de rating” para sus propios prestarios.
Centrándonos en las empresas, las entidades, mediante la información (interna y/o externa) de solvencia y económico-financiera de cada empresa, crea un modelo de regresión logístico que puntúa a cada empresa y las clasifica a todas de una manera homogénea y les asigna el nivel de riesgo que puede asumir cada una.
Para poder realizar este rating interno, las entidades deben haber adoptado el enfoque IRB (Internal Rating-Based Approach) para el cálculo de sus requerimientos mínimos, que se calcularán a partir de una serie de ponderaciones de riesgo basadas en probabilidades de impago. Las entidades, para realizar el rating de empresas, utilizarán la historia crediticia con la propia entidad, la historia crediticia con el resto de entidades (RAI, CIRBE, informes judiciales, etc.) y aspectos cualitativos.
Las entidades, por tanto, deben establecer un sistema de rating adecuado que sea capaz de medir el riesgo de crédito a través de la información económica-financiera de la empresa (básicamente ratios) de forma individual y también un sistema que agrupe a dichas empresas según sus niveles de riesgos.
Esto está muy bien, pero lo que nos interesa es saber realmente en qué afecta Basilea II a las empresas.
Para empezar, esta nueva calificación o rating supone la potenciación de los conceptos “prima de riesgo” y “coste de riesgo”, que naturalmente las entidades trasladarán a las empresas. Es decir, las entidades afinarán más a la hora de calcular los riesgos, pero ese riesgo lo trasladarán en las primas, intereses, avales, etc. que nos solicite la entidad financiera para concedernos un crédito o préstamo (en cualquiera de sus modalidades). Este traslado de las primas de riesgo (más ajustadas a cada empresa o proyecto) supondrá que prácticamente cualquier proyecto, aunque conlleve un riesgo muy elevado, pueda llevarse a cabo, siempre que la empresa acepte pagar el sobrecoste de una prima de riesgo muy elevada. Costará mucho, pero se puede hacer (al menos en teoría).
Teniendo en cuenta que los recursos financieros ajenos (y sus costes) son una parte muy importante para el crecimiento y el desarrollo de toda empresa, éstas deberán tomar una serie de medidas para no verse afectadas negativamente por estas nuevas políticas. Entre las medidas a tomar destacan la mejora de su estructura financiera, es decir, disponer de unos recursos propios adecuados a la estructura financiera de la empresa, puesto que un nivel adecuado reducirá su riesgo de crédito, y la adopción de unos mecanismos de gestión más eficaces (sobretodo en la gestión contable y financiera) que permitan una mayor transparencia de sus estados financieros.
De cara al trato con las entidades financieras, Basilea II permitirá que las empresas reciban un trato más personalizado, con lo que las empresas más solventes serán mejor tratadas y obtendrán mejores condiciones crediticias (menos comisiones, menos intereses, menos avales, etc.), lo que redundará también en una mayor capacidad de negociación con las entidades. Una empresa sin riesgo es lo que quieren todas los bancos, y en principio, deberán pelearse por tenerlas en cartera.
Para terminar, y enlazando con el punto anterior, las entidades podrán especializarse en aquellos nichos del mercado (clasificados por sector empresarial, geográficamente, tamaño, etc.) en los que sus riesgos se comporten mejor, lo que puede derivar a que las empresas de un determinado segmento acudan a estas entidades que ofrecen mejores condiciones.
Como vemos, la aplicación de Basilea II supone un cambio muy importante para las entidades financieras, y ese cambio también afectará a las empresas y a su forma de negociación con el sector bancario. Si tu riesgo es bajo, tus costes de financiación serán bajos y no tienes porque estar “metido en el mismo saco” que todas las demás empresas. Ahora bien, si tu riesgo es alto, tendrás que pagar más. De ahí que las empresas deberán esforzarse aún más para mantener un nivel de riesgo bajo, puesto que supondrá un acceso a mayor financiación y en mejores condiciones. Ahora sí supondrá una gran diferencia el tener una “hoja de servicios” impecable.