“La peor crisis financiera desde 1929”. Es la frase que muchos tertulianos y columnistas gustan utilizar estos días. Para ponderar los problemas que vive el sistema financiero pondremos en valor su coste como porcentaje del Producto Interior Bruto, tal como muestra el gráfico.
En el caso de Estados Unidos, si añadimos al fondo de los 700.000 M$ los montantes del rescate a Bear Stearns y AIG, tenemos que el coste de la crisis para el contribuyente americano es (por ahora) del 6% sobre su PIB.
En España, la dotación anunciada al fondo de ayuda a la banca se cifra entre 30.000 y 50.000 M€, lo que supondría un coste entre el 2,7% y el 4,5% del PIB español.
Desde los años 80 el mundo ha sufrido distintas convulsiones financieras. El efecto tequila mexicano de 1.994 tuvo un coste de casi el 20% del PIB y una reducción brutal del poder adquisitivo. Las crisis bancarias escandinavas de los 90 costaron a Suecia cerca del 4% del PIB, aunque posteriormente el Estado tuvo ocasión de recuperar lo invertido. La de Japón a finales de los 90 se enmarca dentro de la crisis del sudeste asiático: Corea, Taiwan, Hong-Kong, etc. Sus desequilibros se dejan sentir todavía hoy.
Si el coste para la Hacienda Española no supera lo ya anunciado (50.000 M€), es para darse por satisfechos. En estos momentos todo puede empeorar aún. La prioridad es que vuelva a funcionar el sistema crediticio sin el cual es imposible revitalizar la economía.